martes, 26 de octubre de 2010

Bajo un alero, con el sombrero chino.

Saliendo por un corredor
lloviendo,
me fui de la cabaña,
al final de él estabas vos,

no sonreías
sostenías en una mano
la mitad de un tesoro

y te caían lágrimas de los ojos

no sonreías
pero te temblaba una mano
la llena
la cargada
la hermosa

la fuerza te abrazó
en esa mano.
Allí parada,
en esa mano
se sostenía toda la fuerza
para caminar
y esperar
y curar,
y entender,
para crecer y para bañarte
en ella,
para limpiarte
en ella.

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