miércoles, 21 de abril de 2010

Un negro caballo y un leopardo herido

Un negro caballo
resopla en tu cara,
es el enorme
y negro
caballo de mi alma...
(su amor propio)

te mira desde
la profunda oscuridad
te huele y te observa...

Nunca se detuvo
por galopar,
salvo ahora...
que un ágil
y herido leopardo
está adelante
de su andar...

(puesto adelante,
y adelante de  
su andar)

Se ha detenido
como nunca lo ha hecho...
Si diera libertad a su galope ahora,

ahuyentaría desde lo más profundo
a la mismísima oscuridad...
pero está observando...
está esperando
y mira y huele...

Aún le duele
esa espera,
porque no ha sabido hacer
otra cosa que galopar...

pero mira
y huele...
desde la profunda oscuridad...

Su cabeza es del tamaño del animal,
con su lengua lo acomoda
sin tenerse que esforzar...

pero desde la más profunda oscuridad
lo mira, lo observa
lo huele, lo mide...
lo trata de comprender...

Podría continuar su galope
(no deja de sentir
las ganas de hacerlo)
pero se da un instante más
y mira y observa
a ese leopardo
como el que
no ha visto ninguno jamás,
tan fuerte, tan bello,
tan ágil y tan grande...

lo mira, lo observa
lo huele, lo mide...
lo siente, lo cuida con su lengua...

un enorme caballo negro
de mi alma,
mi amor propio,
y un hermoso leopardo
de la tuya,
tu amor propio.

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