jueves, 27 de agosto de 2009

con Las manos frías, mojadas, o sucias, de las cosas de la naturaleza. En el borde de la conciencia, de mis propias manos, de mi propia cara, de mi comodidad… el calor que siento al tocarte y verte, mi reina, suelta, libre, en las colinas de mi cama, en la simpleza de estar vivos, de amar la simple vida, de dejar caer las rosas que no son más que flores de algunos momentos, ¿por qué no estar sucios? ¿por qué no estar muy limpios, algún día? ¿por qué no cojer de parados un rato? ¿por qué no amarte como aman los pájaros a los árboles, los que aún no han conquistado? tus piernas como a las que no habría tocado nunca, tu espalda como la espalda del mundo, donde toda alegría puede volver a renacer… como atrás de las montañas el sol. Quiero tener tu corazón todos los días en mis manos, en mis manos… en mis sencillos dedos, tus ojos, tu cara, tus tetas, tus nalgas, quiero que toda la alegría y la tristeza de tu cuerpo me rodeen… quiero estar en tu mar como un bote, con la panza hacia lo más profundo… con la proa y la popa jugando el destino, nunca decididos, nunca definidos… Quiero encontrar la fuerza de tus mareas, la fuerza de tus lunas, el profundo silencio de tus noches estrelladas, y las no… el barullo de tus tormentas, la cruda dificultad de tu vida… Como el agua, quiero que me rodees, que te metas por todos mis agujeros y que no tenga escapatoria, que te respire, que me suelte a tu bravura, que me entregue a tu deseo, que me abra hacia tu corazón como se abren los vestidos… como se abren los vientos, alrededor de los arboles, como se abren las piedras, para darse al agua.
Quiero amarte, si amarte significa estar todo el tiempo abierto a tu gusto… desarmado y fuerte en ese espacio. Que me quieras fuerte en esa sinceridad, me des fuerza en esos supuestos. No quiero comer tu miedo, ni quiero disfrutar con tu angustia.

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